Memòria de la inquietud

Aunque  muchos lo olvidan, toda obra literaria –también artística- que no sea naïf, que no sea producto simplemente de la ingenuidad y la inocencia, busca y necesita basarse en alguna concepción ética y estética del mundo que le sea propia. El mismo proceso de la obra en construcción lo plantea el autor a lo largo del tiempo con una exigencia, ya tenga más o menos conciencia. Hay autores que miran de darle forma a través del ensayo. Otros, como es frecuente en el caso de la poesía moderna, miran de vehicularlo en la obra misma, y de aquí tantos y tantos poemas que han perdido el eco de la tradición poética y se han quedado en simples conceptualismos. Y todavía otros confían en las páginas confesionales de un dietario. Finalmente hay quienes miran de ignorarlo haciendo ver que su obra es un mero impulso creativo. En el caso de Carles Camps Mundó, la plasmación de esta necesidad de reflexión –la teoría que enmarca los poemas que enmarcan la teoría- se ha manifestado con toda una serie de pensamientos breves que son fragmentos que aspiran a formar un solo espejo, pero que a la vez son espejos en sí mismos, como lo es todo fragmento de espejo; unos fragmentos que son el contrapunto teórico de su práctica poética y que abastecen desde la reflexión crítica sobre el lenguaje y la poesía misma hasta las cuestiones políticas y sociales que nos condicionan a la hora de tener una posición en el mundo y frente al mundo. Este libro, Memoria de la inquietud –inquietud ontológica e inquietud social-, continuación de La figuración de (los) sentido(s) (2011), más allá del valor que tenga por sí mismo, es, pues, un correlato teórico necesario para entender toda la complejidad de su ya dilatada obra poética.